La Guaratara
Así lo ven algunos, así desean verlo otros y así marcha la
humanidad, sólo que esta generación agita las llamas históricas para procurarse
un mundo de paz y equidad, contra una plutocracia que impone sus designios por
la fuerza y la trampa.
Para sorpresa de los grandes noticieros y manipuladores,
Venezuela, como Bolivia, Cuba y Nicaragua, tienen mayor estabilidad
sociocultural y política que toda la región y no es exageración: los Estados
Unidos sufren una profunda crisis social que se manifiesta, ocasionalmente, en
las masacres inoculadas en toda la confusión cultural que promueve su élite
decadente y racista al satanizar el reclamo de los afroamericanos y
latinoamericanos como si fueran una invasión, cuando en verdad un tercio de la
población norteamericana fue traída a esclavizarse y la otra tercera parte
desaparecida, confinada a reservas o tratada como indocumentada, mientras el
segmento de blancos pudiera realizar el sueño americano, consagrado, política y
financieramente, al uno por ciento de sus votantes.
Lo que más sorprende a propios y extraños es Chile. Hace unos
años escuché decir a un chileno que lo peor de la dictadura fascista era haber
convertido a las y los chilenos en sujetos egoístas, individuales e
indiferentes.
El final del 2019 ha derrumbado esa apreciación y, como
augurio Inca, el ser chileno se ha manifestado abrumadoramente y allí están los
nietos y nietas de quienes vivieron la mayor democracia del continente hasta
que Allende fue derrocado por el fascismo.
Décadas de terror, control social y
neoliberalismo no pudieron con la esencia del ser chileno que es suramericana,
que es noble y amable como lo comprobó el Che Guevara en su paso por la
cordillera. Igual ocurre en Ecuador, en Argentina y Brasil, cada una con las
respuestas brutales de las élites dominantes, totalmente opuestas a las
identidades históricas y las identidades que emergen, de allí que Venezuela,
como Cuba y las naciones del Alba, no tienen esos conflictos volcánicos, porque
los gobiernos bolivarianos, plurinacionales, sandinistas y martianos están
orgullosos de su origen étnico y cultural junto a su pueblo, mientras que las
élites de Estados Unidos, como las de Chile y Argentina resultan tan
exclusivas, como irreconocibles.
Para el presidente
Nicolás Maduro y la dirigencia bolivariana, no es problema alguno asumirse
afrovenezolanos, feministas, Caribe o
cristianos. Muy por el contrario, las plutocracias neocoloniales que encarnan
Piñera, Moreno y Duque lo desprecian. En Colombia, por ejemplo, el bolivarianismo,
el cooperativismo y la paz son elementos opuestos y aborrecibles para la
burguesía.
En esos casos el pinochetismo tiene sus métodos de represión;
la élite de Brasil maneja la justicia en complicidad con el tejido sionista,
pero en Colombia la burguesía recurre al paramilitarismo, al exterminio, el
sicariato y las recompensas al estilo del oeste americano con el objetivo de
sepultar la identidad de un pueblo tan libertario y bolivariano. Ahora por todo
el continente se abren las alamedas que presagiaron Allende, Luther King y Hugo
Chávez.
Y no sólo América se estremece; Cataluña, Francia, Oriente,
incluso el mundo de las finanzas y las redes sociales asume los desafíos de las
identidades y el fin de unas fronteras edificadas tras siglos de errores
monárquicos y caprichosos, cuyas armas hoy día están “melladas”.
Joaquín Rondón – Profesor de la Unellez
@MUSICAREBELDE965
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