Thierry Meyssan*
Los partidarios de la doctrina
Cebrowski van moviendo sus peones. Si se ven obligados a renunciar a sus
guerras en el Medio Oriente ampliado, las llevarán a la Cuenca del Caribe. El
Pentágono está planificando el asesinato de un jefe de Estado electo democráticamente,
así como la ruina de su país, y está tratando de socavar la unidad de
Latinoamérica.
Al intervenir, en noviembre, ante
la comunidad anticastrista en el Miami Dade College, el consejero de seguridad
nacional John Bolton denunció la «troika de tiranía que se extiende desde La
Habana a Caracas, pasando por Nicaragua, y que está causando inmensos
sufrimientos humanos, creando enorme inestabilidad regional y la génesis de una
sórdida cuna del comunismo en el hemisferio occidental».
John Bolton, hoy consejero de
seguridad nacional de Estados Unidos, ha reactivado el proyecto del Pentágono
para la destrucción de los Estados en los países de la Cuenca del Caribe.
A raíz de los atentados del 11 de
septiembre de 2001, el entonces secretario de Defensa estadounidense, Donald
Rumsfeld, creó una Oficina de Transformación de la Fuerza (Office of Force
Transformation) y designó al almirante Arthur Cebrowski para dirigirla. El
almirante y su Oficina tendrían como misión adaptar las fuerzas armadas de
Estados Unidos a su nueva misión en tiempos de globalización financiera. Se trataba
de cambiar la cultura militar estadounidense para emprender la destrucción de
las estructuras de los Estados en los países de las regiones no conectadas a
la economía globalizada.
La primera parte de ese plan fue
sembrar el caos en el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente». La
segunda etapa debía ser hacer lo mismo en la «Cuenca del Caribe». El plan
preveía la destrucción de una veintena de países insulares o con costas en el
Mar Caribe, exceptuando sólo Colombia, México y, de ser posible, algunos
territorios británicos, estadounidenses, franceses y holandeses en esa región.
En el momento de su llegada a la
Casa Blanca, el presidente Donald Trump se opuso al plan Cebrowski. Como
podemos ver, al cabo de 2 años Trump ha logrado solamente prohibir que el
Pentágono y la OTAN dotaran de un Estado (el Califato) a los grupos
terroristas que les sirven de herramienta, pero sin lograr por ello que
renunciasen a seguir manipulando el terrorismo. Si bien Trump ha logrado
reducir la tensión en el Gran Medio Oriente, también es cierto que las guerras
no han cesado en esa parte del mundo, aunque han perdido intensidad.
En cuanto a la Cuenca del Caribe,
Trump ha puesto límites al Pentágono al prohibirle toda operación militar
directa.
En mayo de 2018, la periodista
argentina Stella Calloni sacaba a la luz una nota del almirante Kurt Tidd,
comandante en jefe del SouthCom –el “Comando Sur” tristemente célebre en
Latinoamérica. En aquel documento, el jefe del “Comando Sur” estadounidense exponía
abiertamente los medios desplegados contra Venezuela [1].
Otra intentona desestabilizadora
se desarrolla simultáneamente contra Nicaragua y la tercera, que sería más
bien la primera, comenzó hace medio siglo contra Cuba.
Varios análisis anteriores nos
llevaron a la conclusión de que la desestabilización de Venezuela, iniciada
con las llamadas guarimbas, continuada con el intento de golpe de Estado del 12
de febrero de 2015 (Operación Jericó) [2] y con los posteriores ataques contra
la moneda venezolana y la organización de una emigración masiva, estaba
llamada a desembocar en la realización de operaciones militares [3] desde
Brasil, Colombia y Guyana. En agosto de 2017, Estados Unidos y sus aliados
incluso organizaron maniobras multinacionales con traslado de tropas [4]. La
próxima llegada al poder en Brasilia –en febrero de 2019– del proisraelí Jair
Bolsonaro puede llegar a hacer posible esa previsión.
En efecto, el próximo
vicepresidente de Brasil será el general Hamilton Mourao, cuyo padre tuvo un
papel importante en el golpe de Estado proestadounidense de 1964. El propio
Hamilton Mourao ya se había destacado por sus declaraciones contra los
presidentes Lula Da Silva y Dilma Roussef. En 2017, Mourao había declarado –en
nombre de la logia Gran Oriente de Brasil– que ya era hora de dar un nuevo
golpe de Estado militar.
Ahora, este personaje va a convertirse en
vicepresidente de Brasil, como acompañante del presidente electo Bolsonaro. Y
en una entrevista concedida a la revista Piaui, no se le ocurrió nada mejor
que anunciar el próximo derrocamiento del presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, y el despliegue en ese país de una fuerza de «paz» brasileña. Ante la
gravedad de esas palabras de su ya designado vicepresidente, el presidente
electo Bolsonaro se apresuró a rectificar, asegurando que nadie quiere guerra
con nadie y que su vicepresidente hablaba demasiado.
En todo caso, en una conferencia
de prensa realizada en Caracas el 12 de diciembre de 2018, el presidente
Maduro reveló que el consejero de seguridad nacional estadounidense John Bolton
está a cargo de la coordinación entre el equipo del presidente de Colombia,
Iván Duque, y el equipo del vicepresidente brasileño.
Denunció también que un grupo de
734 mercenarios se entrena actualmente en Tona (Colombia) para disfrazarse con
uniformes venezolanos y perpetrar un ataque contra instalaciones militares
colombianas, lo cual crearía el pretexto para una guerra de Colombia contra
Venezuela. El ataque de los falsos militares venezolanos se desarrollaría bajo
las órdenes del ex coronel Oswaldo Valentín García Palomo, actualmente
reclamado por la justicia venezolana como uno de los implicados en el intento
de magnicidio dirigido contra el presidente Maduro el 4 de agosto de 2018,
durante el aniversario de la Guardia Nacional de Venezuela.
El grupo de mercenarios que está
entrenándose en Colombia cuenta con el apoyo de unidades de las fuerzas
especiales de Estados Unidos estacionadas en las bases militares
estadounidenses de Tolemaida (Colombia) y Eglin (Florida, Estados Unidos). El
plan estadounidense incluye la toma por asalto, desde el inicio del conflicto,
de 3 bases militares venezolanas en las regiones de Palo Negro, Puerto Cabello
y Barcelona.
El consejo de seguridad nacional
estadounidense está tratando de convencer a varios países para que no
reconozcan el segundo mandato presidencial de Nicolás Maduro, quien fue
reelecto en mayo de 2018 y debería iniciar su nuevo mandato el próximo 10 de
enero. Es con ese objetivo que los países miembros del “Grupo de Lima”
cuestionaron la legalidad de la elección presidencial venezolana, incluso
antes de su realización, y prohibieron –por cierto, ilegalmente– la realización
del sufragio en los consulados de Venezuela.
Al mismo tiempo, la supuesta
crisis migratoria es una superchería más dado el hecho que muchos de los
venezolanos que salieron de su país creyendo que encontrarían fácilmente
trabajo en los países vecinos ahora, ya desengañados, están tratando de
regresar a Venezuela. Pero los países miembros del “Grupo de Lima” les impiden
hacerlo, utilizando para ello maniobras tan bajas como prohibir el uso de su
espacio aéreo a los aviones fletados por el gobierno de Venezuela para
repatriar a esos venezolanos y prohibiendo que crucen sus fronteras los
autobuses enviados con el mismo objetivo.
Todo esto parece un remake de los
acontecimientos registrados en el Gran Medio Oriente después de los atentados
del 11 de septiembre de 2001.
Lo importante no son las acciones militares sino
la impresión de desorden transmitida por todos estos acontecimientos. Se trata,
primeramente, de sumir a la gente –y a la opinión pública internacional– en un
estado de confusión que hace posible hacerles creer prácticamente cualquier
cosa [5].
Ejemplo de esto último es el
hecho que Venezuela y Nicaragua, dos países que gozaban de una imagen
internacional positiva, han pasado a ser considerados –erróneamente y en sólo 5
años– como «Estados fallidos».
En el caso de Nicaragua, nadie se
atreve aún a tratar de reescribir la historia de los sandinistas nicaragüenses
ni de su lucha contra la dictadura del clan Somoza. Pero, en lo tocante a
Venezuela, ahora se da por sentado –como si fuese una verdad que no necesita
demostración– que Hugo Chávez fue un «dictador comunista», y se silencia el
increíble progreso político y económico que Venezuela alcanzó bajo la
presidencia de ese líder, democráticamente electo. Después de crear una imagen
que no corresponde a la realidad, será posible actuar contra esos Estados y
destruirlos sin que nadie proteste por ello.
El tiempo corre y las
circunstancias son cada vez más apremiantes. En 1823, cuando James Monroe
decidió cerrar las Américas a la ola colonizadora europea, no imaginó que su
doctrina sería interpretada 50 años después como una proclamación del
imperialismo estadounidense. De esa misma manera, cuando Donald Trump afirmaba
–en la ceremonia de su investidura presidencial– que la época de los «cambios
de régimen» había quedado atrás, seguramente no pensaba que los encargados de
aplicar su política acabarían traicionándolo.
Y eso es lo que está sucediendo.
El 1º de noviembre de 2018, John Bolton, consejero presidencial para los temas
de seguridad nacional, declaraba en Miami que Cuba, Nicaragua y Venezuela son
la «troika de la tiranía». Sólo un mes después, el 1º de diciembre, el
secretario de Defensa de la administración Trump, el general James Mattis,
afirmaba en el Reagan National Defense Forum que el presidente electo de
Venezuela, Nicolas Maduro, es un «déspota irresponsable» que «tiene que irse»
[6]. [7]
Thierry Meyssan
[1] «Plan to overthrow the Venezuelan
Dictatorship – “Masterstroke” », por el almirante Kurt W. Tidd, Voltaire
Network, 23 de febrero de 2018; «El “Golpe Maestro” de Estados Unidos contra
Venezuela (Documento del Comando Sur», por Stella Calloni, Red Voltaire, 11
de mayo de 2018.
[2] «Falla el putsch de Obama en
Venezuela», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de febrero de 2015.
[3] «El general Jacinto Pérez
Arcay considera “inexorable” una invasión contra Venezuela», Red Voltaire, 10
de junio de 2016.
[4] «Grandes ejercicios militares
alrededor de Venezuela», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) , Red Voltaire,
25 de agosto de 2017.
[5] «Venezuela, una intervención
imposible», por Julio Yao Villalaz, Red Voltaire, 3 de marzo de 2018.
[6] “Mattis condemns Venezuela’s Maduro as a
’despot’ who has to go”, Reuters, Phil Stewart, 1º de diciembre de 2018.
[7] Esta frase de Mattis es casi
una copia al carbón de la que Hillary Clinton repitió durante años como un
mantra al referirse a la situación en Siria y al presidente sirio: «¡Assad
tiene que irse!». Nota de la Red Voltaire.
*Thierry Meyssan Intelectual
francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for
Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe,
latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del
11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las
"primaveras árabes" (2017).
Foto 1: El consejero de seguridad
nacional John Bolton denunció la «troika de tiranía que se extiende desde La
Habana a Caracas, pasando por Nicaragua, y que está causando inmensos
sufrimientos humanos, creando enorme inestabilidad regional y la génesis de una
sórdida cuna del comunismo en el hemisferio occidental».
Foto 2: En uniforme militar,
Hamilton Mourao, próximo vicepresidente de Brasil, junto al presidente electo
Jair Bolsonaro.
Foto 3: Aviso de búsqueda y captura
emitido por la justicia de Venezuela contra Oswaldo Valentín García Palomo,
coronel (R) de la Guardia Nacional, por su participación en el intento de
asesinato perpetrado contra el presidente de la República Bolivariana de
Venezuela.